Nuestra travesía de voluntariado por Nueva Zelanda, cuidadosamente planeada con la plataforma Workaway, nos llevó a Invercargill, la ciudad más austral de la Isla Sur. No era solo un cambio de ciudad, era una promesa de nuevas conexiones y descubrimientos. Dejamos atrás la calidez de Mrs. Leah en Riverton, un breve pero significativo capítulo, y nos lanzamos hacia lo desconocido, armados con la certeza de que cada voluntariado nos acercaba más a la verdadera esencia de este país. Este relato teje los hilos de nuestra llegada a la casa de Mrs. Margarete y Mr. Barry, una pareja cuya pasión por el automovilismo teñiría nuestras jornadas. Desde el trabajo en su extensa propiedad hasta el inesperado interludio en Queenstown, y el emocionante desafío de obtener una licencia de conducir, cada momento en Invercargill se convirtió en una pieza fundamental de nuestra aventura.
El Vínculo con Invercargill Un Nuevo Comienzo
Nuestro voluntariado en Invercargill Nueva Zelanda se presentaba como el siguiente capítulo de nuestra travesía. Como en cada destino, la anticipación por conocer a nuestros anfitriones a través de Workaway se mezclaba con la emoción de lo que vendría. Nuestra ruta estaba planificada, cada pueblo, cada ciudad, un punto estratégico en nuestro viaje por la Isla Sur.
La Transición y lo que Esperábamos
La despedida de Mrs. Leah en Riverton fue un dulce adiós. Su breve hospitalidad nos permitió entender su filosofía de estancias cortas para los viajeros, algo que, en realidad, se alineaba perfectamente con nuestro deseo de explorar la mayor cantidad posible de Nueva Zelanda con nuestra visa de turistas. El trayecto desde Riverton a Invercargill, gentilmente ofrecido por Mrs. Leah, nos regaló vistas del paisaje, un preludio a la nueva aventura que nos esperaba en la ciudad más austral. Al llegar a la casa de Mrs. Margaret y Mr. Barry, la satisfacción de una nueva experiencia inundó el ambiente.

Un Encuentro con la Velocidad y la Hospitalidad
La primera impresión al conocer a Mr. Barry, fue intrigante. Su presencia, formal y al mismo tiempo cercana, dejaba entrever una personalidad completa. Entrar a su hogar fue como cruzar un umbral que te recibe como desconocido y te despide como amigo. La casa, amplia y acogedora, reflejaba la generosidad de personas que, además de tener una buena situación, comparten un espíritu viajero y un deseo de conexión.
Lo que verdaderamente nos sorprendió fue descubrir que Mr. Barry era un ex piloto de carreras. Este señor, de unos sesenta años, mantenía viva una pasión por la velocidad que se manifestaba en un taller notable dentro de su propiedad. Allí, resplandecían autos de carreras, piezas de gran valor que Mr. Barry nos presentó con orgullo, junto a su equipo de trabajo. Fue una bienvenida poco convencional que nos sumergió de inmediato en su mundo.
Pasamos la primera tarde acomodándonos, explorando la casa y su vasto jardín, antes de que Mrs. Margarete regresara de su trabajo. La cena fue puntual, una primera pauta que pronto aprendimos. Esa noche, la conversación fluyó, revelando que la pasión por las carreras era una herencia familiar. Uno de sus hijos era también piloto de pruebas. Así, nuestras noches a menudo incluían ver carreras o las pruebas del hijo.

Jornadas de Manos a la Obra y Descubrimientos Diarios
Durante nuestro voluntariado en Invercargill Nueva Zelanda, nuestras tareas fueron variadas y nos permitieron contribuir al mantenimiento de esta propiedad.
Labores al Aire Libre y la Herramienta Adecuada
Las mañanas en la casa de Mrs. Margarete y Mr. Barry eran de trabajo, mientras Mr. Barry se dedicaba a su taller y Mrs. Margarete a su empleo. Nuestras primeras labores se centraron en el exterior. La carretera de acceso a la propiedad, con sus numerosos baches, fue nuestra primera misión. Con palas, roca y una pequeña camioneta que nos facilitaron, nos dedicamos a rellenar cada agujero, facilitando el acceso. Esta «mini-truck», como la llamábamos, se convirtió en nuestra aliada para mover materiales de forma eficiente. Otro día, la tarea fue cortar y organizar una gran pila de leña, resultado de árboles talados, y despejar la maleza de una zona cercana a la casa. Un domingo llegó como un respiro, un día de descanso que pasamos compartiendo en casa con nuestros anfitriones, fortaleciendo el vínculo.
Cuando el clima se ponía desafiante, las tareas se trasladaban al interior. Nos encargamos de la limpieza general de la casa, quitando polvo y dejando impecables las áreas comunes. Otros días, la misión era mover la leña cortada hacia el leñero y trasladar compost a un tráiler para otra de sus propiedades. La limpieza del concreto de la parte delantera de la casa fue una tarea que requirió una máquina a presión, mientras Camila se dedicaba a la maleza del jardín principal. También hubo días de transportar más leña, rellenar los últimos huecos del camino tras las lluvias y asegurarnos de que todo quedara en orden.

El Cuidado del Jardín y la Exploración de Parques
Con la llegada de más voluntarios, las tareas se distribuían aún mejor, permitiéndonos disfrutar más tiempo de la ciudad. Nuestras mañanas, de tres a cuatro horas de trabajo, dejaban las tardes libres para explorar Invercargill y sus alrededores. La casa se transformó en un crisol de culturas culinarias, con una amigable competencia de sabores orientales, neozelandeses y sudamericanos que disfrutamos enormemente.
En estas tardes de libertad, nos dedicamos a recorrer los parques cercanos a la propiedad, una actividad que siempre resulta un buen plan en Nueva Zelanda. Un día exploramos Anderson Park, caminando a paso tranquilo por sus senderos bien cuidados. Otro día, la aventura nos llevó a Donovan Park, también muy cerca, ofreciendo otra caminata revitalizante en la belleza natural. Luego visitamos Thomsons Bush, un lugar perfecto para perderse entre su pequeño bosque urbano. Finalmente, llegamos al extenso Queens Park, Invercargill, un lugar notable para pasar la tarde y admirar la organización, limpieza y pulcritud de los jardines neozelandeses. Aquí, disfrutamos de su Ostrich Enclosure, el Rose Garden y los Steans Centennial Winter Gardens. También pasamos a conocer la Invercargill Water Tower, caminamos además por Otakaro Park y Otepuni Gardens. Así, nuestras tardes eran para la exploración de un parque diferente, después de colaborar en casa por la mañana.

Un Breve Respiro en Queenstown Una Aventura en la Ciudad
Nuestro voluntariado en Invercargill Nueva Zelanda nos ofreció una emocionante pausa, un interludio en una de las ciudades más conocidas del país.
Escape Inesperado y Momentos Vibrantes
Gracias a un golpe de suerte con la fecha de mi examen de conducir, Mrs. Margarete y Mr. Barry nos animaron a aprovechar el fin de semana para visitar Queenstown. Su generosidad fue tal que, como se dirigían a Alexandra, un pueblo cercano, nos ofrecieron llevarnos. Nos dejaron en Queenstown, prometiendo recogernos al final del fin de semana. Fue una propuesta que aceptamos con entusiasmo. Llegamos a Queenstown y nos sumergimos de inmediato en su vibrante vida. Los días siguientes, nuestra aventura nos llevó a escalar el Ben Lomond, una caminata con vistas que se aprecian mucho, y a recorrer los pintorescos Queen’s Gardens y las calles de la ciudad. Las vivencias completas de este fin de semana en Queenstown, por supuesto, merecerán un relato aparte.
Historias que Unen Voluntarios
El regreso a Invercargill trajo consigo una anécdota divertida. Mrs. Margarete nos contó cómo había sido contactada por una nueva voluntaria llamada Camila, también chilena, lo que generó una simpática confusión, ya que pensó que Camila mi compañera. La situación se aclaró con la llegada de otra voluntaria de origen chino, compañera de la nueva Camila. Fue realmente gracioso ver cómo dos Camilas chilenas coincidían en un voluntariado en una zona tan austral de Nueva Zelanda.
Esa misma noche, al llegar, compartimos una cena animada con todos los voluntarios y anfitriones, intercambiando historias, incluidas nuestras impresiones sobre Queenstown. La casa se llenó de un ambiente multicultural, un verdadero placer.

El Camino Hacia la Independencia Conducir en Nueva Zelanda
La última etapa de nuestro voluntariado en Invercargill Nueva Zelanda estuvo marcada por un desafío personal significativo la obtención de mi licencia de conducir.
Clases Personalizadas con un Experto
En esta recta final, las tareas mantuvieron su ritmo. Yo continué con la limpieza profunda del concreto exterior, una labor minuciosa que requería tiempo y el uso de la máquina de aspersión. Camila, por su parte, se dedicaba a la jardinería, con la poda de rosas, la eliminación de maleza y la aplicación de mulch. Pero lo más destacado de esos días fue la oportunidad que Mr. Barry me brindó. Con mi examen de conducir programado, él, una eminencia en el automovilismo, se ofreció a darme clases prácticas todas las noches. Fue un privilegio tener un maestro de su calibre en Nueva Zelanda. Estoy inmensamente agradecido con Barry Leitch por su paciencia, su tiempo y su habilidad para comunicarse y enseñarme, a pesar de mi inglés aún en desarrollo, los matices de la conducción por el lado izquierdo.
El Momento Clave y la Celebración
Llegó el día del examen. Con la confianza que me daban las lecciones de Mr. Barry, elegí uno de sus autos, el mismo con el que había practicado toda la semana. A primera hora de la mañana, con puntualidad, esperé mi turno. El test duró aproximadamente una hora, un recorrido por toda la ciudad, y pude obtener mi licencia.
Por la tarde, para celebrar este logro, Mr. Barry nos prestó el auto nuevamente. Junto a las Camila y nuestra amiga asiática, nos dirigimos a Bluff, un lugar costero de mucha belleza a una hora y media de Invercargill. Fuimos a conocer este nuevo punto en nuestra ruta. Por la tarde-noche, regresamos para recoger a Mrs. Margarete de su trabajo y compartir lo que sería nuestra última noche en Invercargill.

El Legado de Invercargill Un Adiós Agradecido
Nuestro tiempo en Invercargill llegaba a su fin. Con un itinerario ya trazado, nuestra próxima parada nos llevaría al centro de la Isla Sur, a Livingstone, donde un nuevo anfitrión nos esperaba para continuar con nuestra ruta de voluntariado en Nueva Zelanda. La despedida de Mrs. Margarete y Mr. Barry fue emotiva. Son personas con una calidad humana excepcional y una pasión por las carreras que nos contagiaron. De su hogar, no solo nos llevamos las lecciones de un voluntariado, sino también una licencia de conducir que abriría nuevas puertas en nuestra aventura, y la certeza de haber encontrado a dos amigos más en este país de contrastes y generosidad.

Consejos para Tu Voluntariado en Invercargill Nueva Zelanda
Prepara tu próxima experiencia de voluntariado con estas indicaciones relevantes.
- Sumérgete en la cultura local, cada anfitrión ofrece una ventana única al país.
- Mantén una comunicación abierta y transparente sobre expectativas y tareas diarias.
- La flexibilidad es clave; los planes pueden cambiar, y las sorpresas son parte del viaje.
- Si piensas conducir en Nueva Zelanda, infórmate bien. Conocer la normativa de tránsito de Nueva Zelanda es crucial, te recomendamos consultar las fuentes oficiales como la Agencia de Transporte de Nueva Zelanda.
- Aprovecha cada oportunidad para practicar y mejorar tu inglés en un entorno real.
- No subestimes el valor de las conexiones humanas, pueden ser los recuerdos más valiosos.
- Considera siempre los descansos y las exploraciones locales para recargar energías.
- Documenta tus logros, por pequeños que parezcan; son parte de tu historia de viaje.
- Comparte tus propias experiencias y cultura con tus anfitriones.
- Valora la generosidad de quienes te abren las puertas de su hogar.
- Estate abierto a las sorpresas, pueden llevarte a experiencias que dejan huella.
- Despídete siempre con gratitud, dejando una huella positiva en tu camino.

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