Voluntariado en Livingstone Nueva Zelanda

Voluntariado en Livingstone, Campo, Cielos y Conexión

Una inmersión profunda en la vida rural neozelandesa, entre huertos y auroras australes.

Nuestra ruta de voluntariado por Nueva Zelanda, meticulosamente planificada a través de Workaway, nos condujo a un nuevo destino en el corazón de la Isla Sur, Livingstone. Tras dejar atrás la calidez de Invercargill, nos esperaba una experiencia distinta, más cercana a la tierra y a la vida rural. Este relato nos transporta a una antigua escuela convertida en hogar, donde las avellanas y el cuidado del huerto marcaron nuestros días, intercalados con exploraciones por Oamaru y momentos de asombro bajo las auroras australes. Aquí te contamos cómo el trabajo se entrelazó con la belleza natural de Nueva Zelanda, conectando con Mrs. Sara y Mr. Patrick, nuestros anfitriones, y con Barry, su amigo.

Llegada a Livingstone Un Viaje al Interior

Nuestro voluntariado en Livingstone Nueva Zelanda comenzaba. El itinerario, ajustado con anticipación vía Workaway, nos había llevado de Invercargill hacia el centro de la Isla Sur. Era un cambio de ritmo y de paisaje, de la ciudad a la calma del campo, con la promesa de sumergirnos en la esencia rural neozelandesa.

Oamaru y Ruta Escénica

Después de un corto paso por Owaka para saludar a Mr. Robin y Mrs. Cindylu, nuestros antiguios anfitriones, continuamos nuestra ruta con rumbo a Oamaru. Allí, habíamos coordinado con nuestros nuevos anfitriones, Mrs. Sara y Mr. Patrick, para vernos y luego dirigirnos juntos a Livingstone. No contábamos con transporte propio, y el trayecto de aproximadamente dos horas desde Oamaru hasta Livingstone carecía de servicio público.

Al encontrarnos con Mr. Patrick en Oamaru, él venía acompañado de Barry, su amigo y conductor. Mr. Patrick tenía una limitación de movilidad, y Mrs. Sara nos esperaba en casa. En el camino conversamos, y nos llevaron por una ruta escénica de gran belleza. Finalmente, llegamos a su propiedad, una hermosa parcela en un pueblo de una sola calle, con apenas unas diez casas. Este lugar, antes un pueblo prometedor por la minería, se vació cuando la actividad cesó, y la comunidad se trasladó unos kilómetros más cerca de la ciudad.

Un Hogar con Historia, La Antigua Escuela

Sorprendentemente, la propiedad donde viviríamos, la casa de Mrs. Sara y Mr. Patrick, era una antigua escuela. Un lugar con historia, claramente remodelado y adaptado a la vida actual de sus habitantes. Conocimos a nuestros anfitriones, conversamos, y nos mostraron nuestra habitación, que en realidad era una pequeña casa aparte de la principal, junto al salón de reuniones. Nos dejaron saber que éramos libres de explorar el gran campo que había allí.

Llegada la noche, la cena fue deliciosa. Mrs. Sara, una arquitecta con ascendencia francesa, que en su adolescencia trabajó con su madre en un restaurante, nos deleitó con una comida de alto sabor. Todas las mañanas, despertábamos temprano para desayunar con la familia. El desayuno siempre era un clásico plato de porridge, acompañado de una taza de café.

Jornadas de Trabajo y Vida Rural

Durante nuestro voluntariado en Livingstone Nueva Zelanda, la rutina se estableció entre las tareas matutinas y la libertad de explorar por las tardes.

Cosecha y Mantenimiento del Jardín

Nuestras primeras labores incluyeron colocar mulch en el antejardín, una tarea ya conocida de otros voluntariados, que protege las plantas y mejora la estética del jardín. Camila, con una máquina clásica pero útil, un rodillo, se encargó de recolectar avellanas europeas del suelo. Además, cortamos algunas ramas de árboles y clasificamos la cosecha de avellanas en contenedores separados. Estas tareas no nos llevaron más de tres horas, lo que nos dejó el resto del día para disfrutar de este lugar tranquilo. Salimos a caminar por los alrededores, vimos videos de cultura general con Barry y Mr. Patrick, y por la noche compartimos otra deliciosa cena.

Más adelante, nos dedicamos a poner mulch en la parte baja de los árboles de avellana, un kilómetro de distancia que recorrimos varias veces con un carrito acoplado a un cortacésped. También arreglamos un árbol grande que tenía muchos brotes nuevos que requerían poda. Limpiamos la maleza al lado de la casa, cortamos plantas en el jardín frente a la cabaña, y despejamos terreno con pasto acumulado. La madera debajo de los pinos también requirió limpieza, al igual que las rosas cerca del quincho y el piso del canal frente a la casa. Un día cortamos rosas cerca de la oficina y podamos arbustos próximos a la cabaña. Cortar ramas de los cerezos completó nuestras tareas de jardinería y mantenimiento exterior. Nos estábamos convirtiendo en expertos en el cuidado de jardines, aplicando lo aprendido en nuestros cuatro voluntariados.

Tareas Domésticas y Días de Lluvia

Para los días de lluvia, comunes en Nueva Zelanda, las labores se trasladaban al interior. Nos dedicamos a limpiar la nevera y la sala de estar, y pulimos piezas de plata antiguas. Otro día, la nevera y los gabinetes de la cocina recibieron una limpieza profunda. En una ocasión, acompañamos a Mrs. Sara y Mr. Patrick a Oamaru para hacer algunas compras en el supermercado, lo que nos permitió explorar más la ciudad. Regresamos a casa para otra cena deliciosa. Estas tareas domésticas nos ayudaron a sentirnos parte del hogar y a contribuir al bienestar de todos.

Explorando los Alrededores y Momentos de Paz

El voluntariado en Livingstone Nueva Zelanda nos ofreció no solo trabajo y exploración, sino también instantes de pura magia.

Excursiones a Oamaru y Queenstown

Las tardes, después de nuestras tareas, eran para la exploración. En más de una ocasión, nos aventuramos a Oamaru. Esta ciudad nos cautivó con su arquitectura y su ambiente. Allí disfrutamos de un merecido descanso, saboreando comida local y explorando la oferta de cervezas belgas en algunos de sus locales. Otro día, tuvimos un momento de tranquilidad que aprovechamos para visitar el Mount Cook, una excursión que nos dejó sin aliento con sus paisajes.

Fue un sábado de cielo despejado, y nuestros anfitriones nos llevaron a conocer la belleza de su tierra. Temprano en la mañana salimos rumbo a Mount Cook, a unos 180 km. Fue un largo viaje que valió la pena. Tuvimos la oportunidad de ir al sendero del Glaciar Tasman y luego conocer el Centro de Visitantes del Parque Nacional Aoraki/Mount Cook. Regresamos a casa con la satisfacción de haber conocido uno de los lugares más emblemáticos de Nueva Zelanda y con ganas de volver a recorrer otros senderos del parque.

Otro día de relajo nos llevó de nuevo a Oamaru, esta vez para la feria local de fin de semana, donde se exhibían productos, artesanías y alimentos. Fue una forma de conocer más de la cultura y comprar ingredientes frescos para la cena, que sería compartida con otros habitantes de Livingstone, permitiéndonos conocer más historias locales, la gente y sus costumbres. También disfrutamos de una tarde en Moeraki Boulders un lugar singular donde esferas gigantes se posan en la playa, que nos sorprendió, y un almuerzo en un sitio especial cerca de la costa, cerrando una jornada hermosa. Estas salidas nos permitían desconectar y apreciar la diversidad natural de Nueva Zelanda.

El Espectáculo de las Auroras Australes

Entre nuestras jornadas de trabajo, se nos concedieron días libres, que aprovechábamos para descansar o para planificar nuestras próximas aventuras. Algunas de esas noches se tiñeron de un fenómeno natural inolvidable. Livingstone, por su ubicación austral, nos ofreció la oportunidad de presenciar la danza de las auroras australes.

La primera vez fue pura casualidad. Una noche, alrededor de las diez, después de cenar, compartir y conversar con nuestros anfitriones, Mrs. Sara, Mr. Patrick y Barry, íbamos caminando hacia nuestra cabaña. De repente, miré al cielo y vi unas manchas blancas. Me detuve y le pedí a Camila que observara. Al principio, incredulidad, pero luego tomamos nuestros celulares y las fotos confirmaron que el color del cielo era diferente. Poco a poco, el cielo empezó a tornarse verde, azul, y después de una hora de show natural, tomó un color rojo rosado, una mezcla asombrosa. Quedamos sorprendidos y cautivados por esta situación.

La segunda vez ya estábamos más atentos, ya que la primera experiencia nos había informado que habría otra oportunidad. Teníamos nuestra cámara lista y todo organizado para un segundo show de auroras australes. Lo que comenzó con pequeños destellos en el horizonte, alrededor de las 9:30 p.m., culminó sobre nuestras cabezas cerca de la medianoche, con grandes ondas y sonidos que eran increíblemente hermosos. Las formas que tomaban, los colores que producían. Realmente fuimos afortunados, uno de nuestros regalos más preciados de todos nuestros viajes.

Culminación y Despedida en Livingstone

Nuestro tiempo en el corazón de nuestro voluntariado en Livingstone Nueva Zelanda, llegaba a su fin. Cada día nos había acercado más a la comprensión de la vida en la granja y a la conexión con la naturaleza.

Últimos Trabajos y Reflexiones

Los últimos días los dedicamos a tareas finales para dejar todo en orden. La limpieza de la cocina, la organización de nuestra cabina y el lavado de la ropa marcaron la conclusión de nuestra estancia. Hubo también un día dedicado al descanso y a ayudar a Lorenzo, un uruguayo que vive cerca y que conocimos durante la semana. Nuestra misión fue ayudarle a pasar algunas cosas de una casa antigua a una nueva y otras a un basurero. Así se nos fue la tarde. Después de terminar las tareas y antes de volver, paramos por una cerveza en una cervecería local y conocida.

El Legado de una Estancia

La planificación de nuestro itinerario futuro se convirtió en una actividad importante en los últimos días. Reflexionamos sobre las experiencias vividas, el paisaje recorrido y las lecciones aprendidas. Dejamos Livingstone con una mezcla de gratitud y la emoción de lo que vendría. La granja de Mrs. Sara y Mr. Patrick, la antigua escuela convertida en hogar, no fue solo un lugar de trabajo, fue un hogar temporal que nos permitió sumergirnos en la auténtica vida neozelandesa y sumar nuevas historias a nuestro viaje.

Legado Natural en Livingstone Nueva Zelanda

Nuestro voluntariado en Livingstone Nueva Zelanda fue una experiencia que nos conectó con la esencia rural del país. Entre la recolección de avellanas, el cuidado del huerto y el mantenimiento de la propiedad, descubrimos el valor del trabajo en la tierra y la hospitalidad de Mrs. Sara y Mr. Patrick. Las exploraciones en Oamaru, las visitas a parques y la presencia etérea de las auroras australes tejieron un relato de aprendizaje y asombro. Livingstone no solo nos ofreció un lugar para colaborar, sino también una ventana a la vida auténtica de la Isla Sur, dejándonos con una profunda apreciación por su naturaleza y sus gentes.

Consejos para Tu Voluntariado en Nueva Zelanda

Prepara tu próxima experiencia de voluntariado con estas indicaciones relevantes.

  • Sumérgete en las tareas rurales si tu voluntariado es en una granja.
  • Mantén una comunicación abierta sobre tus habilidades e intereses con los anfitriones.
  • Aprovecha los días libres para explorar ciudades cercanas y paisajes naturales.
  • Investiga sobre fenómenos naturales como las auroras si viajas al sur.
  • Valora las tareas de mantenimiento del hogar; son parte de la contribución.
  • Si piensas conducir en Nueva Zelanda, infórmate bien. Conocer la normativa de tránsito de Nueva Zelanda es crucial; te recomendamos consultar las fuentes oficiales como la Agencia de Transporte de Nueva Zelanda.
  • Comparte tus habilidades culinarias o aprende nuevas recetas con tus anfitriones.
  • Estate abierto a nuevas costumbres y ritmos de vida, especialmente en el campo.
  • Empaca ropa adecuada para tareas al aire libre y para climas variables.
  • Documenta tus experiencias, tanto las laborales como las de ocio.
  • Las conexiones con los anfitriones enriquecen el voluntariado más allá del trabajo.
  • Despídete siempre con gratitud, dejando una buena impresión.

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