
Diseño Elevado
Navegando por el intrincado tejido de la vida, las elecciones despliegan caminos hacia lo extraordinario, exigiendo creatividad, curiosidad y valentía para un viaje verdaderamente gratificante. Crea cualquier cosa.
Nuestra aventura de voluntariado por Nueva Zelanda, siempre guiada por Workaway, nos llevó a un nuevo y extraordinario capítulo en Raglan, en la legendaria costa oeste de la Isla Norte. Después de nuestra estancia en Waitarere Beach, nos dirigíamos a un destino que prometía más que tareas: nos esperaba un hogar. Este relato detalla nuestra profunda conexión con Amy, Richard y su vibrante hijo Curren, las intensas jornadas dedicadas a la construcción y el mantenimiento, intercaladas con emocionantes caminatas en el Monte Karioi, días de pesca y hasta el estrés de trámites migratorios. Aquí te contamos cómo el trabajo se transformó en una vivencia familiar, llena de amor, apoyo y la inconfundible esencia surf de Raglan.
Llegada a Raglan, Un Abrazo en la Bahía de la Aventura
Nuestro voluntariado en Raglan, Nueva Zelanda, se anunciaba como una experiencia más larga y significativa. Dejábamos Waitarere Beach, cargados de expectativas y ansiosos por el próximo desafío que Workaway nos deparaba.

El Trayecto Hacia un Nuevo Capítulo
La mañana del 11 de noviembre, a las 8:45, partimos de Levin. El viaje por la Isla Norte fue un desfile de paisajes cambiantes, llevándonos a Hamilton a las 5:30 p.m., nuestro punto de encuentro. Allí, Richard nos esperaba, y desde el primer instante, su carisma y su actitud nos envolvieron con una sensación de que íbamos por buen camino. Sentimos que seguíamos en un «buen puerto».
Viajamos en su auto hasta su propiedad en las montañas de Raglan, un trayecto que nos revelaba la impresionante geografía del lugar. Su casa, una maravilla arquitectónica, se alzaba con vistas majestuosas al bosque, la montaña y, a lo lejos, el brillo de la playa. Sin duda, nos sentíamos afortunados.

Amy, Richard y Curren, La Familia que Nos Abrió sus Puertas
Al llegar, conocimos a Amy, su esposa, una mujer de actitud suave, enérgica y carismática, y a su pequeño Curren, un niño de unos 8 años, independiente, aventurero y con una energía gigante. Desde ese momento, supimos que estábamos en una experiencia maravillosa. Nos dieron nuestra habitación, un espacio amplio y privado en el piso bajo de la inmensa casa, con una vista hermosa. La cena en familia y las primeras conversaciones sobre la vida, los viajes y, por supuesto, el surf (Raglan es uno de los spots principales de Nueva Zelanda para este deporte), nos hicieron sentir instantáneamente como en casa. Nos acostamos esa noche, llenos de amor y bendecidos por las cosas lindas que la vida nos regalaba en esta ruta.
Jornadas de Trabajo y Creatividad en la Granja
Nuestro voluntariado en Raglan, Nueva Zelanda, fue el más extenso que tuvimos, extendiéndose de una semana planeada a un mes completo. La fluidez en las tareas y la conexión con la familia hicieron posible que nos quedáramos más tiempo, especialmente por la ayuda invaluable que nos brindaron, sobre todo con el desafío de nuestras visas que estaban por vencer. Nos prestaron su auto para facilitar los trámites en Hamilton, un gesto que jamás olvidaremos.

Ritmo del Voluntariado, Mañanas de Labor, Tardes de Libertad
Nuestra rutina de trabajo estaba bien definida, las labores se concentraban en las mañanas, con jornadas que oscilaban entre 3 y 5 horas, dependiendo de la tarea. Esto nos garantizaba tener todas las tardes libres para explorar, descansar o dedicarnos a nuestros propios asuntos. Además, la familia nos brindaba toda la alimentación. El desayuno lo preparábamos nosotros con lo que nos dejaban en el refrigerador, el almuerzo a veces lo compartíamos y otras veces comíamos por separado, según los horarios; pero la cena siempre era un momento sagrado en familia. Con estos acuerdos, nos sentíamos una vez más como en casa, llenos de amor y bendecidos por la vida.
La Épica Construcción de Escaleras, Ingeniería Casera al Rescate
Uno de nuestros proyectos más grandes fue la construcción de varias escaleras. Empezamos organizando un patio frontal lleno de escombros de una reciente construcción, moviendo tablas sobrantes a una bodega, y limpiando un contenedor para ganar espacio. Cortamos maleza alrededor, preparando el terreno.
Luego, nos adentramos en la «chicken zone» (la zona de las gallinas), donde comenzamos la creación de una serie de escaleras utilizando tablas recicladas. Era una especie de «ingeniería casera», ya que la idea era usar la misma tierra y aprovechar al máximo los materiales restantes. Nos llevó varios días dejar la primera parte de forma correcta y «decente». Richard, un amante del café como nosotros, nos ofrecía siempre un rico café o smoothie antes, durante y después del trabajo, convirtiendo cada día en un placer.
La segunda parte de las escaleras fue igual de intensa. Un día, Camila, como parte de nuestro agradecimiento por la comida, horneó una deliciosa torta de tres leches, cumpliendo un antojo de Amy y añadiendo un toque dulce a nuestra convivencia. El trabajo de reciclaje y optimización de materiales continuó, buscando que todo quedara bien hecho, sin incurrir en gastos extras. Días después, volvimos a la chicken zone para completar las escaleras bajantes, asegurando un acceso seguro y organizado. Finalmente, colocamos estacas guía para el cerco de las gallinas, con la misión de detener su escape y controlar la erosión, creando un solo camino para su tránsito. Al final de la estancia, pusimos la malla de alambre, dejando este sector completamente listo.

El Arte del Compostaje y la Vida en la «Chicken Zone»
Otra de nuestras grandes misiones fue organizar la maleza de todo el predio y, especialmente, crear una estructura adecuada para el compostaje de desechos orgánicos. El lugar para el compost estaba en la «chicken zone», lo que hacía la tarea muy entretenida: trabajar la tierra mientras las gallinas escarbaban y aprovechaban todo lo que salía. Dedicamos horas a limpiar el área y a diseñar una zona de compost organizada, utilizando materiales sobrantes de otras construcciones, lo que añadió un desafío creativo a nuestra labor de reutilizar y reciclar.
Orden, Limpieza y Mantenimiento Constante
La limpieza y el orden fueron constantes. Limpiamos la parte frontal de la propiedad, organizamos tablas y contenedores. Los días de lluvia, comunes en Nueva Zelanda, significaban que el trabajo se trasladaba al interior: organizamos nuestra habitación, aspiramos la casa y limpiamos a fondo la cocina, cada cajón y despensa. Como siempre compartíamos con ellos en casa, estas jornadas se llenaban de conversaciones sobre la vida, los viajes y, claro, el surf.
También nos encargamos de una cabaña pequeña que usaban para alquiler: limpiamos sus alrededores a fondo. En otra ocasión, con la familia fuera en Hamilton, limpiamos completamente el Airbnb y la casa principal. Otras tareas incluyeron aplanar y rellenar una entrada irregular al lado del contenedor, desmalezar la zona, limpiar los escombros y mover materiales pesados (piedras, arena, madera) a la bodega inferior. Además, podamos un árbol de palta que crecía desbordado hacia la propiedad del vecino, llevando sus ramas al compost. Barnizamos una pequeña casa que se usaría como bodega y pusimos piedras y gravilla en la entrada principal para crear un nuevo estacionamiento. También organizamos la leña comprada en la parte baja, un trabajo que se facilitó gracias a las escaleras recién construidas.

Vida Fuera del Trabajo, Conexiones, Retos y Paisajes
Nuestro voluntariado en Raglan, Nueva Zelanda, fue mucho más que las tareas. Fueron días de conexión profunda, desafíos personales y exploración de paisajes impresionantes.
Inmersión en la Naturaleza, Playa, Bosque y Olas
Gracias a que teníamos todas las tardes libres, pudimos sumergirnos por completo en la belleza de Raglan. Muchas de esas tardes las dedicamos a caminar por el sendero que partía directamente desde la propiedad, adentrándose en un pequeño bosque municipal y desembocando en la inmensa playa. Desde allí, caminábamos alrededor de tres kilómetros para llegar al pintoresco pueblo de Raglan. Este recorrido se convirtió en un hermoso panorama casi diario, ver el mar, las olas y disfrutar de la tranquilidad costera.
Cuando el sol brillaba y el clima no era tan frío o ventoso, aprovechábamos para jugar con las olas, nadar y simplemente deleitarnos con la belleza natural del mar. Explorar el pueblo también era parte de la rutina, descubriendo sus tiendas únicas, mercados locales y absorbiendo la vibrante cultura surf que define a Raglan.

Senderismo en el Monte Karioi y Aventuras de Pesca
Aprovechamos un día de descanso para emprender una memorable caminata al Monte Karioi. Fue un sendero muy duro por la geografía, pero increíblemente entretenido y gratificante. La familia nos prestó uno de sus autos, facilitando la llegada a la base de la montaña. Otro día, Richard y Curren, amantes de la pesca, me invitaron a una de sus aventuras. Fui yo solo en el bote pequeño, una experiencia única de conocer el mundo desde sus aguas. También visitamos una hermosa cascada cercana, un trekking corto y fascinante que nos ofreció la paz de la naturaleza.
Días de Lluvia, Surf y Filosofía de Vida
Varios días de nuestra estancia en Raglan estuvieron marcados por la lluvia torrencial. Estos fueron momentos de descanso forzado, que aprovechamos para organizar nuestra habitación, adelantar la limpieza de la casa y reflexionar sobre las experiencias vividas. Richard y Amy, surfistas apasionados, nos contaban sobre las olas de Raglan, sus experiencias en el mar y su filosofía de vida. Con Curren, un chico muy enérgico y con gran conocimiento silvestre, practicábamos nuestro inglés y jugábamos. Las cenas eran siempre un momento especial, donde la deliciosa comida de Richard (incluyendo los peces que a veces traía de la pesca) y la compañía nos hacían sentir parte de la familia. El smoothie y el café que Richard preparaba cada mañana son un recuerdo que llevaremos en nuestra mente y corazón.

La Batalla por las Visas, Trámites entre Escapadas
Durante este voluntariado, nuestras visas en Nueva Zelanda estaban por vencer, y buscábamos opciones para quedarnos o para nuestro siguiente destino. La ayuda de Amy y Richard fue vital. Nos prestaron su auto para ir a Hamilton varias veces, una para dejar currículums en empresas buscando trabajo para la visa de temporada (SSE) y otra para certificar documentos necesarios para la solicitud de nuestra visa para Australia, nuestro siguiente destino. Incluso viajamos a Auckland para la cita de datos biométricos para la visa australiana. Estas escapadas, aunque estresantes por los trámites, fueron una muestra de la increíble generosidad de la familia y nos permitieron conocer más las ciudades.
Un Mes Inolvidable, Despedida y Gratitud Profunda
Nuestro tiempo en Raglan, como parte de nuestro voluntariado en Raglan, Nueva Zelanda, fue mucho más de lo esperado. Pensamos quedarnos una semana y terminamos un mes, gracias al gran entendimiento mutuo y a la necesidad de ambas partes: nosotros, buscando organizar nuestra salida del país, y ellos, necesitando organizar la casa antes de sus vacaciones.
Los últimos días fueron de tareas finales. Aplanamos la entrada y pusimos gravilla, arreglamos la zona baja con rocas y gravilla, y colocamos rocas y gravilla en las escaleras. También ordenamos leña, pusimos la malla en la chicken zone, aplanamos y pusimos piedras en la bodega de abajo, organizamos la madera de las cajas de embalaje y pintamos un palet para el shelter. Nuestro último día, el 12 de diciembre, lo dedicamos a organizar nuestras mochilas, limpiar a fondo el baño y la habitación, dejando todo impecable, incluso mejor de lo que lo encontramos.
La despedida fue en una última cena especial con la familia, un momento perfecto para cerrar un ciclo y llevarnos no solo recuerdos de un voluntariado productivo, sino también lazos de amistad inquebrantables. Dejamos Raglan con el corazón lleno de gratitud y con nuevos amigos, listos para la siguiente aventura.

Nuestros Consejos para Tu Voluntariado en Nueva Zelanda
Prepara tu próxima experiencia de voluntariado con estas indicaciones relevantes:
- Sé proactivo y creativo con los materiales disponibles, especialmente en proyectos de construcción o mejora.
- Aprovecha el tiempo fuera del trabajo para explorar el entorno natural; Nueva Zelanda siempre ofrece paisajes increíbles.
- Comunícate abiertamente con tus anfitriones sobre tus planes de viaje y necesidades, como trámites de visa.
- Prepárate para la variabilidad del clima; los días de lluvia pueden trasladar las tareas al interior.
- Sumérgete en la cultura local: Aprende de tus anfitriones, comparte tu cultura y disfruta de las comidas.
- Mantén tus documentos y visas siempre actualizados y gestiona los trámites con anticipación.
- Valora la convivencia familiar; estos lazos pueden enriquecer tu experiencia más allá del trabajo.
- Contribuye en todas las tareas del hogar, no solo las designadas para el voluntariado; demuestra gratitud.
- Empaca ropa cómoda y resistente para trabajos manuales y actividades al aire libre.
- Documenta tus experiencias para recordar los detalles y compartir tu viaje.
Explora Más de Nuestro Viaje
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